A LOS COFRADES DEL STMO. CRISTO DEL CALVARIO
Del pasado 8 de diciembre al 20 de noviembre, estamos celebrando el “Jubileo extraordinario de la Misericordia”. En la convocatoria de este Jubileo, el papa Francisco nos invita a acercarnos a Jesucristo como rostro de la misericordia del Padre: “Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios” (MV 1).
Por ello, en esta Semana Santa debemos contemplar el paso de Cristo por la cruz a la luz de la misericordia. “Jesús vivió su pasión y muerte consciente del gran misterio del amor de Dios que se habría de cumplir en la cruz” (MV 7). Acojamos la misericordia de Dios que llega a nosotros en la celebración del Misterio Pascual (pasión, muerte y resurrección del Señor). “En la muerte y resurrección de Jesucristo, Dios hace evidente este amor que es capaz incluso de destruir el pecado de los hombres” (MV 22).
Contemplando a Cristo crucificado aprendemos misericordia, porque Dios habla con la cruz y en la cruz. Y su palabra es el amor y la misericordia. En la cruz encontramos a Dios con los brazos abiertos que nos comprende, nos perdona, nos ama y nos pide llevar este mismo amor a nuestra vida, amar a cada hermano o hermana nuestra con ese mismo amor.
La cruz es invitación a dejarnos contagiar por el amor de Dios y salir de nosotros mismos para ir al encuentro del otro y tenderle la mano. La cruz nos enseña a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto
En esta invitación a salir hacia el otro, el papa Francisco propone las obras de misericordia como “un modo de despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y de entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. (…) Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrara los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.” (MV.15)
Estas obras de misericordia hemos de practicarlas entre nosotros, los miembros de la Hermandad, y en los ambientes en que cada uno nos movemos: casa, trabajo, ocio… Si nos fijamos, seguro que algunas de ellas las realizamos habitualmente, sin un gran esfuerzo, y sin percatarnos de la serenidad que nos infunden y el amor que proyectamos en los demás. Revisando el uso que hacemos de ellas podemos constatar si vivimos una fe de puro formalismo (mero cumplimiento de normas y ritos) o como discípulos de Jesús. Practicándolas contemplamos el rostro de Cristo e introducimos a todos en el misterio de la misericordia de Dios. Así es como la Iglesia, conformada por todos los bautizados, lleva adelante su misión: “La primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo. De este amor que llega hasta el perdón y al don de uno mismo, la Iglesia se hace sierva y mediadora ante los hombres. Por tanto, donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia” (MV. 12). Una razón esencial de nuestra Hermandad es mostrar la misericordia de Dios manifestada en el rostro de Cristo.
En esta Semana Santa profundicemos en la contemplación de la misericordia que rebosa del Santísimo Cristo del Calvario, y durante las procesiones hagamos memoria del compromiso de impregnar nuestras obras del amor de Cristo.
Cuaresma 2016
MV = MISERICORDIAE VULTUS.
Bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia.
Mn. Pepe Aparici Centelles